domingo, 31 de julio de 2011
Sobrevino la noche, la brisa era diferente, el aire se enrareció con humedad, escuché las voces de los insectos gigantes, temerosos de las luces del hospital. Entonces, cuando apagaron las luces, acostado en la cama con el mosquitero fue cuando ella apareció.
La noche es un misterio, estoy seguro que se abren puertas que conectan con los rincones del universo, en la penumbra, en las sombras. Es simple, los viajeros del tiempo se manifiestan de repente.
-He regresado a casa- dijo, una voz lúcida, clara, sin acentos definibles, amigable. Sabía que se encontraba junto a mí, pero no podía verla, aunque levanté el mosquitero. No era un fantasma, no era una alucinación, era algo tan real como escuchar al médico. Incluso la proximidad de su presencia era física, un calor corporal, una energía resplandeciente, como de un santo. –Estoy emocionada. Descansaré unos instantes. Debí superar la primera impresión con ansiedad, no era algo que sucedía todos los días.
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