martes, 17 de mayo de 2011

luces


Siento tus cabellos fluir en la densidad de los mares etéreos de esa dicha anciente y extinta,
que hace de mi sangre ríos y después lagos, derramados en las montañas de tus manos.
Adoro la luz del sol porque me recuerda a tus caricias tibias en la mañana,
aunque solo sea ilusión porque sé que nunca estás conmigo,
y tu imagen se desvanece,
cuando finalmente después de despertar dejando mi mundo perfecto,
amanece.

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