lunes, 17 de abril de 2017

Desconocido

Huelo mi cuerpo, un aroma que no reconozco, la fatiga y la decepción, me obligo a sonreír, no puedo. 
Después de unos minutos me encuentro nuevamente con mi individuo, ese hombre que es seguro y amplio en si mismo, pero que se desliza fuera de control, asumiendo su rol en la ceremonia de cambio de luna, y durante los ocasos estacionales.
Me pongo mi túnica ritual, manipulo mi vara consagrada, dibujo mis símbolos en el tablero de cinco dimensiones. Las posibilidades se abren, las respuestas igual.
Las respuestas llegan a mí, de la forma que las pido, aunque no tienen forma, ni coherencia, son números, a veces son trazos, casi siempre desfases de la inmensidad que cuesta trabajo ordenar de acuerdo a nuestro limitado espectro de sentidos.
Ahí está ese hombre, ese fuero y el privilegio, los estratos desintegrados por el sol, mi raíz naciente, mis manos cubriendo la luz que ciega mi único ojo abierto.
Esas columnas, son tan visibles desde aquí, cuando subo a la cuesta de la montaña, donde la niebla reposa durmiendo, suspirando mi nombre, he caminado descalzo por meses, enredado en las ramas bajas, mojando mis pies en los arroyos gélidos, me he entregado a la oscuridad de la bruma, cuando las nubes bajaron por el desfiladero. Vuelvo a aspirar mi propio olor. No lo conozco.
Esta noche es la primera en la luna nueva, el astro coordina mis sentimientos convulsos, pero no soy una piedra, no tengo la sórdida resistencia frente al oleaje inclemente, el viento no ayuda.
Salgo a la luna desnudo, confirmo esta visita, el emisario es una efigie amable, toma mi ofrenda con los dedos de chispas azules, inclino la cabeza con cortesía.
Entonces regresa a mi el hombre, el habitante, el rebelde.
Algunas veces los viajes se prolongan por siglos, y me cuesta volver a esta tierra, para convencerme de los que me esperan, son reales, son legítimos.
Ahora debo descansar, y cuando retorne, podremos sentarnos a ver mis estrellas, las que me regalaron cuando era niño, cuando no pensé que podrías leer este manifiesto. 
Pero ahora este hombre es un elemento, ya no se permite regresar sin robarse algunos desafíos.
Esta noche acudiré al altar del templo viejo, donde las piedras llegaron antes que los siglos, y los suspiros del viento hablan de soles desconocidos. Frente al busto de mi diosa madre, prenderé una vela de cebo rosa, porque me recuerda a ti, y dormiré en el regazo de mi creadora, celebrando el haber accedido a este nuevo misterio.

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