martes, 2 de mayo de 2017

manantial


I

Todos los días me observa con el hermoso brillo dulce de sus ojos negros.
Y regresa dentro de sí misma, porque esos ojos rara vez están encima de los míos.
A veces quisiera poder besar sus labios y tocar sus pechos hinchados, haciendo estremecer sus más insólitos sentimientos.
Nos hemos amado en secreto durante años, pero no podremos estar juntos nunca.
No mientras ella sea lo que es siempre y yo esté donde estoy, todos los días.

II

Caminaba observando el color opaco del asfalto,
pensaba en la presión que sentía dentro de mi pecho,
pensaba en por qué sus ojos me producían tanto dolor,
quería darme cuenta que la amaba tanto como apenas podía creerlo yo, y apenas me daba el tiempo para iluminar mi propio camino.
Hoy siento que sus manos me han calmado mi fuego interno, y se han apagado las estrellas que reflejaban mi limitado cielo. Y se han apagado, porque descubrí que podía ver la constelación entera, y tenía ante mí a todo el universo.
El sol me responde las preguntas, a ésta hora de la tarde, y con el sabor de sus labios sobre los míos, y su perfume, y su nombre rondando mi cabeza, cuando apenas suspiro, y no me doy cuenta que había dejado de caminar para poder pensar en ella.

III

Quiero pensar en el destino sin mortificarme.
El destino es un libro que tiene muy pocas páginas.
Las que se rompieron, tenían muy poco escrito en ellas.
Las que quedan, son hojas en blanco.
No me hace bien pensar en el destino. Duele un poco.


IV

La felicidad es solo un parámetro alejado de la realidad
Hoy me siento feliz, porque vi una sonrisa y porque no me privaron de ella.
Pero mañana…
Mañana no hay milagros.

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